– Según una revisión de las últimas investigaciones en la materia, este trastorno neurodegenerativo e inflamatorio no solo afecta a las neuronas dopaminérgicas implicadas en el control de los movimientos voluntarios, explica el Dr. Rodrigo Pacheco.

– El investigador del centro basal Ciencia y Vida, especializado en estudiar la relación entre los microorganismos del intestino y el Parkinson, apunta a una de las consecuencias menos conocidas del síndrome: la sintomatología “no motora”, asociada al dolor crónico.

– En condiciones de normalidad, la microbiota regula este mecanismo a través de la acción de señales bacterianas que actúan sobre neuronas sensoriales; la información es parte de un review” realizado por el laboratorio del centro basal y la Universidad San Sebastián. 

La enfermedad de Parkinson altera la composición de la microbiota comensal, el conjunto de  microorganismos que se localizan en el intestino, con efectos en la regulación del dolor crónico. Este mecanismo es parte de una sintomatología poco estudiada por la comunidad científica mundial, cuyos alcances fueron abordados por un artículo de revisión realizado por investigadores del centro basal Ciencia y Vida de la Universidad San Sebastián.

El objetivo del trabajo (también denominado ‘review’) ha sido exponer la recopilación de evidencia reciente sobre la condición y fue liderado por el Dr. Rodrigo Pacheco, responsable del laboratorio de Neuroinmunología del organismo –perteneciente a la red de centros de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID)– y que en los últimos años ha enfocado su labor en la comprensión de las bases científicas del Parkinson y las enfermedades intestinales.

“La enfermedad de Parkinson, un trastorno neurodegenerativo e inflamatorio que afecta principalmente a las neuronas dopaminérgicas implicadas en el control de los movimientos voluntarios, implica no sólo un deterioro motor sino también sintomatología no motora, incluido el dolor crónico”, señaló el Dr. Pacheco, cuyas investigaciones sobre el Parkinson han sido receptoras de fondos internacionales, entre ellos los de la Michael J. Fox Foundation.

“Varios estudios recientes han demostrado que la enfermedad de Parkinson implica una disbiosis o desequilibrio en la composición de la microbiota intestinal”. 

La microbiota intestinal, o la flora intestinal son los microorganismos, incluidas las bacterias, las arqueas, los hongos y los virus, que viven en el tracto digestivo de los seres vivos. Sus funciones son múltiples y de diversa índole: desde la degradación de toxinas hasta la digestión de ciertos alimentos. En una persona de 70 kilos, por ejemplo,  se compone de más de 100 mil millones de microorganismos, pesando alrededor de 200 gramos. 

De acuerdo a la revisión, cada vez existe más evidencia respecto a que la microbiota comensal desempeña un papel activo en la regulación del dolor con importantes implicancias en el Parkinson. Esto a través de dos vías: actuando directamente sobre la actividad de las neuronas sensoriales del intestino; o indirectamente por medio de la modulación de la actividad inflamatoria de las células del sistema inmune que posteriormente afectan la actividad de neuronas sensoriales.

La asociación entre el origen y desarrollo de la patología y las enfermedades inflamatorias del intestino ha sido un foco de interés para el laboratorio liderado por el Dr. Rodrigo Pacheco, con diversas investigaciones publicadas en revistas de alto impacto. Comprender el origen del Parkinson en la microbiota del intestino presupone que los síntomas más conocidos de la patología podrían ser una manifestación tardía y cuando el trastorno ya se encuentra fuera de control (a día de hoy, el Parkinson sigue siendo una patología incurable).

La discapacidad y las muertes como consecuencia de la enfermedad de Parkinson están aumentando aceleradamente en comparación a cualquier otro trastorno neurológico, con una prevalencia que se ha duplicado en los últimos 25 años. Se calcula que en Chile alrededor de 40 mil personas viven con la enfermedad y que uno de cada tres podría permanecer sin haber sido diagnosticados.

Parkinson y microbiota

El síndrome de Parkinson es una condición degenerativa del cerebro, que está relacionada con diversos síntomas motores, entre ellos lentitud de movimientos, temblores, rigidez y desequilibrio. Esto además de otras manifestaciones, tales como deterioro cognitivo, los trastornos mentales, los trastornos del sueño y el dolor y las alteraciones intestinales.

La distinción entre ambos conjuntos de alteraciones es importante para el futuro de la enfermedad y eventuales aproximaciones terapéuticas o preventivas, expone el Dr. Pacheco.

Los problemas motores aparecen cuando queda cerca del 30 por ciento de la sustancia negra. Por lo tanto, este síntoma se manifiesta cuando la condición ya está muy avanzada y no hay vuelta atrás. En cambio, los denominados síntomas no motores, o al menos varios de ellos, pueden aparecer de forma temprana. Eventualmente, esto podría ser de utilidad para prevenir lo que va a ocurrir en el futuro”.

Evidencia reciente da cuenta de que las enfermedades inflamatorias del intestino podrían anteceder la aparición de trastornos neurodegenerativos, aunque sus mecanismos no logran ser dilucidados del todo. De hecho, el primer estudio a nivel mundial que relacionó el Parkinson con la microbiota data del año 2016, lo que desencadenó la apertura de una nueva línea de exploración sobre esta patología a escala global.

El investigador explica que, si la persona tiene una susceptibilidad genética para desarrollar la enfermedad, la microbiota podría ser un factor crucial para materializar su aparición.

“Por otro lado, un factor importante que hoy conocemos es que el sistema inmune desempeña un rol importante en la enfermedad. Y la microbiota tiene como una de sus funciones fundamentales la regulación de la respuesta inmune. Eso abre la hipótesis de que la microbiota, a través de la regulación de la respuesta inmune, puede afectar el desarrollo de Parkinson. Y no solo sus aspectos motores, sino también en otros no motores, como el dolor”.

En una persona sana, la flora intestinal regula diversos procesos: por ejemplo, la inflamación, el metabolismo, la memoria, el aprendizaje o la ansiedad. Esto se logra gracias a la producción de metabolitos, que son mediadores que pueden actuar sobre las células del cuerpo humano. Si bien la microbiota son fundamentalmente bacterias, que se comunican con sus pares, su producción de moléculas también actúa sobre las células eucariotas del organismo. 

La evidencia demuestra que hay influencia de la microbiota tanto en el desarrollo de la patología como en la manifestación de los síntomas. Actualmente, la microbiota puede ser intervenida por medio de la alimentación o la administración de suplementos como los probióticos, aunque pensar en que esta estrategia puede ser útil para condiciones neurodegenerativas es aún preliminar y excesivamente optimista.

Según el investigador principal del centro basal Ciencia y Vida, el campo caracterizado por la relación entre las bacterias y sus hospederos humanos –que se ha fortalecido con numerosas publicaciones de alto impacto desde 2016– como una estrategia para prevenir o tratar la patología está “aún en pañales”. 

“El problema es mucho más complejo y podría llevar a que las expectativas en este minuto sean mayores a las reales. Por así decirlo, son muchas las ‘perillas’ a mover para lograr restablecer una microbiota normal. Creemos que abordar este tipo de enfermedades a través de la microbiota va por ese lado: la corrección de los consorcios completos, no solo una o dos bacterias. Por lo pronto, es un campo aún joven y en desarrollo, cuyo conocimiento ha aumentado de forma exponencial en los últimos años”.

Modelos preclínicos del Parkinson

Un grupo de moléculas bacterianas producidas en el intestino son los “ácidos grasos de cadena corta” que están involucrados en la salud y enfermedad de las personas. Provienen de la digestión y la fermentación que hacen las bacterias del intestino cuando un individuo se alimenta de comida rica en fibra: verdura, frutas o legumbres, por ejemplo. Nuestro organismo no produce estas moléculas, pero las células del sistema inmune y algunas neuronas tienen receptores para ellas.

Estos ácidos grasos de cadena corta pueden actuar directamente sobre neuronas sensoriales, que no solo sensan cuando pasa comida por el intestino, sino también el dolor o el tacto. Estas neuronas se llaman nociceptores’ y la acción de los ácidos grasos puede afectar el umbral del dolor: bajarlo o subirlo. Su función es sintonizar qué cosas produces dolor y cuáles no lo hacen”.

El científico chileno explica que la existencia y alcance de estas moléculas sugieren que en la microbiota hay elementos que afectan las neuronas que señalizan el dolor de forma directa, pero también de manera indirecta ya que los ácidos grasos actúan sobre diversos grupos de células, entre ellas las del sistema inmune. Las bacterias actúan sobre una determinada célula y esa célula, en respuesta, producirá algo que afectará la señalización del dolor en los nociceptores”. 

Un concepto clave para entender esta asociación es el de la disbiosis o un cambio significativo en la composición de la microbiota. Las bacterias del intestino producen un efecto beneficioso para las personas, regulando el metabolismo, el comportamiento y la respuesta inmune. El hospedero, en tanto, también le reporta ganancias: un nicho para vivir y moléculas que son fuente de energía. Esto es una simbiosis.

Por el contrario, la disbiosis produce un cambio significativo en la composición de las bacterias y eso conlleva que un proceso relativo a la salud deje de ocurrir, generando una desregulación de la respuesta inmune, el comportamiento o el metabolismo. Así como hay una disbiosis que tiene que ver con la fisiopatología del Parkinson, otras tienen que ver con la del cáncer o el Alzheimer. Muchas patologías involucran disbiosis”, comenta el investigador.

En el laboratorio de Neuroinmunología del centro basal Ciencia y Vida exploran las bases biológicas de estos procesos en modelos preclínicos de la enfermedad de Parkinson. Su objetivo es aportar conocimiento que, en el futuro, contribuya a abordar la corrección de la desregulación intestinal que caracteriza a diversas patologías de alta prevalencia en la sociedad actual.

El Dr. Pacheco expone que su grupo trabaja actualmente en el desarrollo de modelos preclínicos de experimentación, donde ya han observado la manifestación de una hipersensibilidad dependiente de la microbiota intestinal. “Lo que estamos haciendo es caracterizar cuáles son las bacterias involucradas en la disbiosis que tienen que ver con la manifestación del dolor, sus mecanismos y cómo el cambio en estas bacterias que se ven alteradas en Parkinson llega a producir el síntoma del dolor” 

Texto: Luis Francisco Sandoval – Agencia InéLlambías Comunicaciones.

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